El arte de ventilar todo a la vez
Quiero devolver todos los golpes de las veces en que preferí poner la otra mejilla y seguir. Tal vez no tenga sentido pero qué catarsis.
Recomiendo para esta lectura un disco que dura más que el texto, pero me encanta:
Tengo mucho para decir pero me dijeron que ventilo todo. Así que me la voy a dar de misterioso y hablar en clave de indeciso, de profundo negador, de tibio serial que acecha víctimas dispuestas a cualquier clase de incredulidad. O puedo ventilar todo a la vez y aprovechar el efecto. Puedo enamorarme las veces que quiera, a pesar de mi presidente y su discurso paralelo a la realidad, donde todo sale plata. Puedo declarar un amor para toda la vida hoy y deshacerme mañana, en un jarrón de flores que no corté ni cuidé bajo mi techo, porque tampoco tengo patio.
Tengo una vecindad y un cuarto en el que cada vez que alguien entra, se vuelve imposible de transitar. Las personas que invito inundan este ambiente casi mono, que hace rebotar el sonido de mis pensamientos y entorpece lo que puedo llegar a ser o decir. Una amiga me traicionó con literatura, pensé que me iba a cuidar y usó lo más íntimo de mí para hacer un buen poema. Vale aclarar, cabe destacar, nobleza obliga, que fue un gran poema el que se mandó. Pero algo se rompió después, no supe explicarle que no quería más que me visite si era por amor al arte.
La verdad, a mí lo literario me chupa cada vez más un huevo. Lo que sucede en la realidad se hace un imperio que dibuja melodías increíbles, las utopías pierden sentido en este contexto donde intento resolver algo para seguir viviendo. Yo quiero estar aquí, en este lugar donde todo lo que puede sonar a una confesión de partes, termine haciendo ruido, saturando el lugar y tapando los oídos de las personas más valientes o sordas. Harry Potter, la primera de las siete novelas, es una obra maestra de la escritura. ¿Y qué? Rowling es terf y sus seguidores tuvieron que armar sus propios fanfics.
Crecí para enamorarme y desencantarme, para rozar con el cuerpo otro cuerpo y sentirme vigoroso. También me alejé para sentirme cerca y sólo volvieron quienes tenían que volver. Entender, lo que se dice entender, cada vez me pasa menos. Pero no necesito una canción para extrañarte, dice Juan; y los recuerdos no sólo me han hecho mal, como dice el tango, también me arruinan el porno con la memoria selectiva. Ni disfrutar me sale sin las planificaciones que me invento. Tengo que mostrarte mis vías de escape, las que adorné en el 2019 y aprendí a usar en noviembre del 2022.
Recuerdo haber dicho “estás loca”, un crimen de lesa humanidad en estos tiempos. Y lo sentí, de verdad quise decir eso y no otra cosa. Estás loca y yo estaba re loco por intentar a cualquier costo que el fuego no se apague. ¿Para qué? Teníamos una pava eléctrica y gastábamos tan poco en gas que no era necesario traer una garrafa más para que explote todo. Después, quise aprender a poner límites y me llevé esa que tiene ocho kilos. Parece poco peso pero fue suficiente para que me cargues esta mochila que ahora miro desde una esquina de la habitación. ¿Sabías que en dos años no volví a cargar esa misma garrafa que me llevé esa mañana?
No, estoy seguro de que hay muchísimas cosas que nunca quisiste saber de mí. Podría haberme quedado durante tres presidencias más y no las ibas a poder mirar porque te daba miedo. Miedo de que sea un verdugo estúpido, de esos que necesitan asestar dos o tres sablazos antes de desmembrar a cualquiera. Pero mi corte es limpio, mi ponzoña no dura más que un segundo y vuelvo a la nostalgia. Extraño todo aquello que no pude resolver por decir que estabas loca. Yo estaba demente, tal cual. Quería que nos llevemos bien y así me salió. No me dirigís la palabra y tenés una opinión hasta de los pantalones que uso.
Me preguntaron, hace poco, si me hubiera casado con alguien y respondí que me casé con vos, cuando te invité a venir. Era esa clase de pacto, de matrimonio implícito en la gesta épica de hacerte cruzar un cuarto de continente para venir a probar suerte. Y la humedad, el calor, el río en la ventana, nada de eso era suficiente. Había que cortarse las venas y jurar que nada iba a cambiar, aunque cambie. Estuve a muy poco de que me vuelvan a romper el corazón y esquivé las balas, casi sin pensarlo. Igual, tengo que confesar que ya ni sé para qué hago esas maniobras de evasión. Quiero un rayo que no sea tu red social, un rayo de verdad, que me rompa todo.
¿Cuántas palabras puedo dedicarte todavía? Las necesarias para completar tu melodrama, para que un día te hagas cargo y me digas que tengo algo de razón. Estoy seguro de que ese día llegará cuando las cosas ya no me importen, cuando ya nada importe para mí. Un día, te prometés amor eterno frente al Paraná y pensás que la salida al Atlántico está más cerca de lo que imaginás. Otro día, no sopla viento ni siquiera en la costanera y es mejor quedarse fumando sólo bajo el aire acondicionado, aunque el ambiente se quede viciado y con olor a hombre en celo.
Soy un pobre varón desesperado, una mancha que no pudo limpiar ninguna ola, ningún movimiento político. Quizás nadie me invite a un streaming para hablar de lo que hago, pero tengo los mismos sueños inmensos del 2017 y las tremendas tristezas que te hicieron llorar. Hoy te diría, ante semejante soledad, que estoy dispuesto a ser el padre que tu hijo no tiene. Ayer te hubiera dicho algo parecido, pero terminé en la casa de mi ex tomando un vino que no pagué. Yo pensé que sus gatos sólo se subían encima mío, pero resulta que lo hacen con cada una de las citas que lleva a su casa. Eso sí, seguro que la garrafa no es la misma y yo tampoco.
De nuevo por aquí, tras una ausencia técnica, no me queda más que agradecer a quienes acompañan la lectura hasta el final. Gracias por eso, siempre gracias por eso. Estuve un poco ocupado con una muestra de arte que me inventé para terminar el año. Tengo esos lujos, aunque no tengan las tres tiras de Adidas.
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